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Cero onda

 

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JR tiene un humor de perros: le cayó la ficha de que tal vez sea su último partido en Boca y no puede creerlo. Su hermano sumó otro tuit profético...

 

No está a la vista Riquelme. Sus compañeros corren, juegan y se ríen en el campo de juego. Primero se mueven al ritmo del PF Alfano y después, en el trabajo táctico, van tras los gritos de Bianchi. El no. Está guardado en el gimnasio porque su estado de ánimo no está para bromas. La cercanía del último partido en la Bombonera lo sacudió y lo llevó a pensar por primera vez que podía estar frente a su despedida. No se lo ve pero se siente, en el aire y en la bandera que espera por él en la puerta de Casa Amarilla. “En casa nos enseñaron a vivir siempre con la verdad, no necesitaste ser vigilante de dirigentes ni periodistas. Dentro de la cancha conseguiste tu gran sueño. Ser el más GRANDE de la historia de nuestro amado club. ¡Qué orgulloso estoy de ser tu amigo y hermano! Te amo JR10”, tuiteó Cristian Riquelme, su hermano y confidente, quien en estos últimos años lo acompañó a cada uno de los partidos en el exterior.

 

Por más que el Chanchi haya tenido ganas de descargarse en Twitter como otras veces, como cuando escribió que eran los últimos partidos de su hermano mayor, muchas veces suele transmitir los pensamientos de JR. “Está nervioso, si lo ves venir conviene ir para otro lado”, cuenta un compañero con el que se lleva bien. “Está intratable, insoportable”, dice otro que no le tiene tanta simpatía. Es como si, finalmente, al 10 le hubiera caído la ficha de que los dirigentes no lo quieren.

Su gente, ante este panorama, armó una jugada de contra. “Hay que ver si él quiere seguir con estos dirigentes”, dicen al pasar desde hace varias semanas. El pedido de 50 camisetas, ya sea para regalar en la cancha o a sus amigos a modo de souvenirs, también dejó ver que vive la despedida de la Bombonera y preparó el terreno para una nueva manifestación popular.

 

Los hinchas, en realidad, son el único sostén de Román. “La envidia es el homenaje de los mediocres al talento. Los ídolos no se tocan”, dice la bandera que estuvo toda la mañana frente a las puertas de Casa Amarilla. Es por eso que cuando sale con su camioneta por la calle Espora, Riquelme detiene su marcha, se baja a saludar y, aunque los chicos se la quieren regalar como devolución de una camiseta que él les dio en el 2008, se la firma y les dice “gracias”. Él a ellos.

 

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