Bartu Publicado 28 de noviembre del 2014 Denunciar Publicado 28 de noviembre del 2014 Hace poco más de dos años, escribí en este blog una nota que comenzaba así: “La diputada porteña María Rachid acaba de presentar un proyecto de ley que espero cause mucha polémica. Y espero porque, si causa polémica, esta excelente iniciativa puede permitir que se abra un debate, en la Ciudad y en el resto del país, sobre la reparación económica y moral que el Estado argentino, en todas sus instancias, les debe a las personas trans”. Dije que esperaba que causara polémica, pero nunca imaginé que la polémica por un proyecto de 2012 se produjera a fines de 2014 y partiendo de informaciones falsas sobre lo que propone. Por eso vuelvo a tocar el tema en este post. Les propongo a los lectores de este blog que preparemos un té o un café, nos tomemos unos minutos, hablemos en serio sobre el proyecto de Rachid y nos preguntemos por qué se armó tanto escándalo. ¿Puede ser? Yo sé que a mucha gente le gusta opinar sobre las cosas sin informarse ni siquiera un poquito, leyendo los títulos de las notas pero ahorrándose el trabajo de leer el texto o basándose en un comentario que escucharon en el colectivo o en la última estupidez que dijo Edu Feinmann en la radio — o el Pollo Sobrero, ejemplo de dirigente de “izquierda” que hace coro con la derecha más reaccionaria. Pero así estamos, por dejarnos llevar sin averiguar de qué se trata: furiosos y enloquecidos sin motivo. Hagamos un esfuerzo. Para hablar en serio sobre el proyecto, en primer lugar, no repitamos más el verso de los 8 mil pesos. NO SON OCHO MIL PESOS. El proyecto de ley presentado por Rachid en 2012 (sí,repito: el proyecto es de 2012, y lo único que sucedió este año fue que, por haber perdido estado parlamentario, o sea, porque los demás diputados no se tomaron el trabajo de leerlo y discutirlo, fue “representado”, una práctica común en los parlamentos, que extiende la fecha de vencimiento de una propuesta para darle una nueva chance de ser discutida) establecía que el subsidio sería de “1200 unidades fijas, conforme el Art. 3 de la Ley Nº 1052”. Y eso, en la época en que el proyecto fue presentado, equivalía a 1.992 pesos, no ocho mil. Las “unidades fijas” son un sistema de medida que se usa en diferentes leyes sobre impuestos, multas, penas pecuniarias o subsidios, para que no haya que modificar un montón de leyes cada vez que sube la inflación, pasamos de los australes a los pesos o, por alguna razón, el monto establecido al hacer la ley queda desactualizado. Lo que se va actualizando es la unidad fija, y así todas las leyes que usan esa medida se mantienen actualizadas también. Hasta el año pasado, la unidad fija del GCBA valía 2 pesos (con lo cual el subsidio, de aprobarse, sería de 2.400), pero el gobierno de Macri, para recaudar más através de las multas, la llevó a $6,40. Ese aumento exagerado del valor de la UF hizo que el subsidio propuesto por Rachid pasara de sus originales $1.992 a $7.680. O sea, ese monto (que la propia Rachid opina que es excesivo) no sale de su proyecto, sino de un aumento desproporcionado de la UF decidido por el PRO para aumentar la recaudación fiscal del gobierno porteño, que acabó creando un desbarajuste en todas las demás leyes que usan esa medida. “Ese valor habría que ajustarlo cuando el proyecto sea debatido en las comisiones de la Legislatura, porque el monto del subsidio tiene que ser coherente con otros subsidios que reconoce la Ciudad a otros grupos vulnerados”, explica la legisladora. O sea, toda la polémica de los últimos días por los 8 mil pesos era falsa. Lamentablemente, sin embargo, tantos diarios, radios, noticieros y páginas de internet se la pasaron una semana repitiendo que “Rachid propone un subsidio de 8 mil pesos para travestis y transexuales” (en algunos casos, por falta de profesionalismo de los periodistas que no chequearon la información, en otros por evidente mala fe) que la mayoría de la población continuará creyendo que eso es verdad y toda la discusión sobre el proyecto continuará girando en torno de un dato falso. En segundo lugar, el subsidio no es para todas las personas trans, sino apenas para las mayores de 40 años, con domicilio en la Ciudad de Buenos Aires y que hayan realizado el cambio de datos registrales de acuerdo con la ley de identidad de género, o sea, que hayan tramitado sus nuevos DNI y partidas de nacimiento con el nombre y sexo con el que se identifican. ¿Y por qué el proyecto habla de personas mayores de 40 años? ¿Cuántas son? ¿Qué tienen de especial? Es el tipo de pregunta que un periodista o un político debería hacerse antes de hablar o escribir sobre el tema. Repasemos algunos datos de nuestro post de 2012. En 2005, la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT) realizó una investigación sobre la situación de las travestis, transexuales y transgénero en la Ciudad de Buenos Aires, Mar del Plata y localidades del conurbano bonaerense. Los resultados fueron escalofriantes. Durante el trabajo se relevaron 420 nombres de amigas fallecidas en los cinco años anteriores: el 62% había muerto por enfermedades asociadas al SIDA y el 17% de ellas habían sido asesinadas. Ponete a pensar un minuto en este dato: el 35% murió cuando tenía entre 22 y 31 años, y el 34% entre los 32 y 41 años. La esperanza de vida promedio de una travesti en Argentina es de poco más de 30 años. Repito: poco más de 30 años. El blog de @fragmentario nos aporta más datos: “Sólo desde enero de 2008 se contabilizan [a nivel internacional] más de 1500 asesinatos de personas trans (la estadística incluye pocos países fuera de Occidente, donde podemos suponer que la situación es peor). Casi el 80% de esos crímenes ocurrió en América Latina. Si consideramos que sólo una de cada 33.000 personas es transexual, la cifra resulta impresionante: un asesinato cada dos días. Esta situación de especial violencia es la que llevó a muchos colectivos LGBT a hablar de un genocidio trans“. La inmensa mayoría de las personas trans asesinadas son trabajadoras sexuales de entre 20 y 40 años, y observar la lista de ocupaciones y el porcentaje de cada una da una idea de sus posibilidades reales de acceso al empleo. Otro dato escalofriante de las estadísticas es que el 41% de las personas trans que participaron del estudio intentó suicidarse al menos una vez. La nota agrega: “Si escarbamos un poco más, veremos que la situación de las personas transexuales es devastadora en todas las estadísticas: son mucho más pobres, sufren más violencia sexual y policial, doblan la tasa promedio de desempleo y de contagio de HIV, caen más veces en la cárcel, experimentan más situaciones temporarias de calle o son homeless, abusan más que el resto de drogas y alcohol, tienen mucho menos acceso a la educación y a la salud, más de la mitad sufre el rechazo y el alejamiento de sus familias. Los trans, en el siglo XXI, viven en un verdadero ghetto a cielo abierto”. ¿Se entiende? Cuando hablamos, hoy, de una persona trans, principalmente travestis y transexuales femeninas, de más de 40 años, estamos hablando de sobrevivientes. La inmensa mayoría muere antes de cumplirlos, y no por razones biológicas. LAS MATAN. O se mueren como consecuencia de las condiciones en las que son obligadas a vivir, o por falta de atención médica. ¿Querés más datos? El estudio de ALITT también reveló que el 87,7% de las 302 travestis consultadas habían modificado su cuerpo y/o realizado tratamientos hormonales, pero, como aún no existía la ley de identidad de género, que garantiza dichas intervenciones a través del sistema de salud (aunque el Ministerio de Salud aún no la reglamentó para garantizar su cumplimiento efectivo en todo el país), el 97,7% de las que se inyectaron siliconas y el 92,9% de las que realizaron tratamiento hormonal hicieron esas prácticas en un domicilio particular. Es decir, sin condiciones adecuadas de asepsia y sin internación ni control posterior a la intervención. Los daños a la salud pueden ser gravísimos, inclusive letales. Todas las encuestadas manifestaron tener dificultades para acceder a la vivienda, el sistema de salud o la educación, y más del 90% denunció que sufría sistemáticamente algún tipo de violencia. Más del 85% de las entrevistadas había sufrido abuso policial, y el 90 % había pasado por una detención ilegal. El 79% de ellas recurría a la prostitución como medio de vida (datos más recientes, publicados por el INADI, hablan del 95%.), a pesar de que la gran mayoría de ellas respondió que, si tuviera otra opción, no se prostituiría. Según el censo oficial de 2001, la deserción escolar entre la población travesti duplicaba a la de la población general. Más del 60% de las entrevistadas que abandonaron la primaria asumieron su identidad de género antes de los 13, y el motivo de la deserción fue la discriminación. El blog de @fragmentario agrega que, según datos oficiales, el 84% de las personas transexuales en Argentina no terminó la secundaria. Ahora contame, desde tu cómodo lugar, que vos también tenés problemas y que querés “un plan”. La incapacidad que mucha gente tiene para sentir empatía por el dolor del otro me hace pensar que vivimos rodeados de psicópatas. ¿A cuántas travestis o transexuales conocés? ¿Cuántas veces tomaste unos mates con una y te preocupaste por saber algo sobre su vida? ¿Cuánto entendés de lo que significa ser travesti en la Argentina y llegar viva a los 40 años? “Ser travesti es una elección”, dicen algunos. No, no lo es, porque la identidad de género no es algo que se elija, como no se elige la orientación sexual (que, aclaremos, son dos cosas distintas: la mayoría de las personas trans son heterosexuales). En todo caso, lo que se elige es no esconderla. Pero, en serio, después de leer todas las estadísticas e informaciones anteriores, ¿a vos te parece que alguien “elegiría” ser travesti en un país en el que, por serlo, te tratan tan mal y lo más probable es que te maten? Y aunque fuera una elección, que no lo es, ¿eso justificaría toda esa violencia? Otra vez: hablemos en serio. En los últimos días, leí cosas que me dieron vergüenza ajena. “Te ponés una peluca y te pagan un subsidio”. No, criatura, para las travestis que sobrevivieron y tienen más de 40 años, ser travesti no fue apenas ponerse una peluca. Ser travesti fue que sus padres las echaran de sus casa después de molerlas a golpes a los 12, 13 o 15 años, ser tratadas por los demás como un monstruo, como una aberración, tener que abandonar la escuela porque las echaron de casa o porque en la escuela también las trataban como una basura, no poder ni siquiera ir al baño en un lugar público, ser insultadas o recibir burlas y desprecio en todos lados, vivir en la calle o en las condiciones más precarias, que no les dieran trabajo en ningún lado, prostituirse porque no les quedaba otra y porque era el único oficio en el que eran aceptadas pero, a la vez, por ese oficio eran perseguidas por la policía; que los canas les sacaran plata o las violaran cada vez que se les cantaba, que si iban a la comisaría a hacer la denuncia terminaran metiéndolas presa a ellas, que puedieran inclusive meterlas presa sólo por salir a la calle, por códigos de faltas que decían que “vestir ropas del sexo opuesto” era una contravención; que la ley, hasta hace unos pocos años, no les reconociera ni siquiera su propio nombre; vivir la vida con una identidad falsa, con un nombre que no las nombra, hacer la fila de los varones para votar y soportar las risas de todo el mundo, o no votar para no pasar por eso; dejar de atenderse en el hospital porque hacerlo era someterse a todo tipo de humillaciones, morir por causas evitables, por enfermedades que tienen tratamiento, o asesinadas con doce o trece puñaladas y abandonadas en un charco de sangre para luego ser enterradas como NN o con aquel nombre que nunca las nombró. Y a pesar de todo lo que avanzamos, muchas de esas cosas, quizás la mayoría, siguen pasando. Y nada de eso es natural, aunque nos hayamos acostumbrado a naturalizarlo. En una sociedad que se curara de la enfermedad del odio, la ignorancia y el prejuicio, una persona trans no debería ser echada de casa, no debería ser expulsada de la escuela; debería poder llevar una vida normal, debería poder estudiar, trabajar y hacer todo lo que los demás hacemos. “¿Por qué no laburan?”, dicen algunos, como si fuera elección ser rechazadas en casi cualquier trabajo, no tener experiencia o capacitación porque en la mayoría de los casos no pudiste siquiera terminar la escuela y pasaste tu adolescencia y juventud en la calle, trabajando de prostituta para sobrevivir. Anteriormente daban algunos ejemplos sobre eso, unos pocos de todos los que en los últimos años fui contando en distintas notas que retrataban historias de la vida cotidiana de muchas personas trans. Que nos hayamos acostumbrado a no ver travestis o transexuales en las facultades de derecho o medicina, trabajando como cajeros de banco, jueces o periodistas, atendiendo una verdulería, dando clases en una escuela o conduciendo un taxi, y sólo nos inmaginemos a una travesti como prostituta no es porque esté escrito en su ADN, sino porque la sociedad aún les cierra las demás puertas. Y ese es el problema de fondo. El subsidio llega tarde, cuando todo eso ya pasó en la biografía de sus potenciales beneficiarios. Sólo podrán solicitar el subsidio unas pocas que pasaron por casi todo eso y siguen vivas. Si el proyecto de Rachid, por algún milagro, a pesar de todo lo que se dijo en estos días, llega a aprobarse, ¿cuántas personas (sí, personas) podrían cobrarlo? @Fragmentario calculaba que serían no más de 200. Consultado por este blog, el presidente de la Federación Argentina LGBT, Esteban Paulón, explica que no hay datos precisos, pero teniendo en cuenta las estadísticas oficiales de los registros civiles sobre los trámites por la ley de identidad de género, podrían llegar a ser el 15 o 20% de las personas que hicieron el cambio de datos registrales en la Ciudad (el último relevamiento contabiliza 6 mil trámites en todo el país y 450 en la ciudad). Es decir, como mucho, podrían cobrar el subsidio entre 70 y 90 personas. “Rachid hace eso para ganar votos”, escribieron varios conocidos míos en Facebook. Cuesta responder sin enojarse. Antes de ser diputada, María es una activista de derechos humanos y dirigente de la Federación, de la que fue fundadora y presidenta. Es una de las principales responsables de que la Argentina tenga una ley de matrimonio igualitario y otra de identidad de género. No está en la política apenas para ganar votos. Y no tengo dudas de que, por defender un proyecto como ese, pierde muchísimos más votos que los que gana, porque enfrenta la difamación y la desinformación de parte de los medios y de mucha gente a la que no le preocupa averiguar de qué se trata antes de opinar. No son esos 70 o 90 votos que van a reelegirla como diputada. Para ganar votos, lo mejor es presentar proyectos genéricos, sobre esos temas en los que todo el mundo está de acuerdo. Defender minorías estigmatizadas: travestis, gays, lesbianas, discapacitados, inmigrantes pobres, afrodescendientes, putas, que es a lo que más se dedica María, no trae muchos votos y, por el contrario, solo trae ataques y difamación. “¿Por que no se ocupan de los jubilados en vez de hacer una ley para travestis?”, dicen otros, como si existiera alguna relación entre una cosa y la otra, o como si dependiera de una legisladora porteña aumentar las jubilaciones. Siempre es así: cuando se trata de un proyecto para atender las necesidades de alguna minoría discriminada, preguntan por qué, en vez de eso, no se ocupan de tal otra cosa, que es como decir: esa gente no importa, que espere allá al final de la fila que todo lo demás siempre será más importante. Y lo dicen como si aprobar esta ley impidiera de alguna forma ocuparse de los jubilados, las escuelas o los chicos de la calle — o como si los que usan ese argumento hicieran algo por los jubilados, las escuelas o los chicos de la calle. O como si este proyecto fuera el único presentado por Rachid, y no uno más entre alrededor de 500. Es siempre así. Me acuerdo del diputado Eduardo Amadeo, durante el debate del matrimonio igualitario, gritando indignado en el recinto: “¿Por qué en vez de ocuparse de los homosexuales, no se ocupan de los chicos chagásicos?”, como si una cosa tuviera algo que ver con la otra. Me tomé el trabajo de buscar en los archivos del Congreso: el diputado Amadeo jamás presentó un solo proyecto para ocuparse de los chicos chagásicos. Ni uno solito. Pero los caraduras son así. Ahora pregunto yo. ¿Por qué en vez de indignarse tanto por este proyecto, que intenta apenas aportar un granito de arena para reparar una injusticia enorme y ayudar a sobrevivir a un grupo de personas que forma parte de uno de los sectores sociales más oprimidos, discriminados, estigmatizados y maltratados que existen, no nos ayudan a trabajar para que la próxima generación de travestis y transexuales, esas personas que aún no nacieron o que hoy son niños y niñas, que pueden ser tu hijo, tu sobrino, tu nieto, no mueran antes de los 40 años, ni vivan como estas sobrevivientes tuvieron que vivir? Argentina dio pasos enormes en estos años. La ley de identidad de género fue uno de ellos, pero falta mucho por hacer. El proyecto de Rachid propone una reparación por los daños ya causados, pero estamos a tiempo de no causar más daños a más personas. Hay que aprobar ese proyecto, sí, pero también hay que hacer otras cosas. Hay que cambiar las condiciones que permiten que los 40 años de vida de las personas trans que llegaron a esa edad hayan sido como fueron. Estamos a tiempo para ayudar a que la próxima generación viva mejor y no necesite de subsidios. Estamos a tiempo de construir una sociedad en la que ser travesti o transexual no sea un impedimento para trabajar de cualquier cosa y ganarse la vida como cualquier otro. Nos falta empatía para entenderlo. Tratemos de ser buena gente. Info Guachoon', PEINATEQUEVIENEGENTE y lovely reaccionaron a esto 3
shiobi Publicado 28 de noviembre del 2014 Denunciar Publicado 28 de noviembre del 2014 Me parece una total pelotudez esto.
Guachoon' Publicado 28 de noviembre del 2014 Denunciar Publicado 28 de noviembre del 2014 Concuerdo,que mal que esta el gobierno hoy en dia... Van a haber varios,que se van a querer pasar al otro bando,por unos pesos...
Chinagirl Publicado 29 de noviembre del 2014 Denunciar Publicado 29 de noviembre del 2014 Justamente hoy estuvimos hablando con una amiga de esto, en sí un docente gana por cargo como máximo 4500 pesos y saltan con un subsidio a los travestis de 8000 pesos, me estas cargando? En lo personal me parece MUY cualquiera. Guachoon' reaccionó a esto 1
PEINATEQUEVIENEGENTE Publicado 29 de noviembre del 2014 Denunciar Publicado 29 de noviembre del 2014 Ni un jubilado llega a cobrar 4000:$ (que laburo toda su vida!)y digamos que a un travestis le llegaran a pagar 8000:$ es joda! esto! igual no esta afirmado! dijieron asi! pero no creo que sean tan giles y aprueben esto! pero bueno hoy en dia! se `puede esperar cualquier cosa! BY! Peinate <3 shiobi reaccionó a esto 1
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