-Kruusty Publicado 25 de mayo del 2018 Denunciar Publicado 25 de mayo del 2018 (editado) (Este tema solamente es para pasar el tiempo leyendo libros de stephen king "El maestro del terror") Stephen king: nació en Maine (EE.UU) en 1947 . Estudió en la universidad de su estado natal y después trabajó como profesor de literatura inglesa. Su primer éxito literario fue Carrie (1973), que , como muchas de sus novelas posteriores, fue adaptada al cine . A partir de entonces, la ascensión de Stephen King en las listas de Best sellers fue meteórica. Maestro indiscutible de la narrativa de terror contemporánea, ha publicado más de treinta libros. Entre sus titulos más célebres cabe destacar El misterio de Salem´s Lot, El resplandor , La zona muerta , Ojos de fuego , It , Maleficio y La milla verde , además de los recientes El cazador de sueños , Buick 8 y Todo es eventual. <STEPHEN KING> LA EXPEDICION (PARTE 1) (Dire por partes porque es una novela largo) —Último aviso para la Ex pedición 701 —anunció una agr adable voz femenina en el Vestíbulo Azul de la terminal de Port Authority, Nueva York. El edificio no había sufrido dem asiados cambios en los último s trescientos años. Seguía dando la impresión, un t anto siniestra, de esta r a punto de derrumbarse. Tal vez la anónima voz femenina fuera lo único agradable allí. —Es la Expedición para Whit ehead, Marte —prosiguió la voz—. Todos los pasajeros provistos de billetes deberán reun irse en la sala de embarque de l Vestíbulo Azul. Por favor, asegúrense de que todos sus documentos es tén en regla. Muchas gracias. La sala de embarque no tenía nada de tétrico. Una moquet a, color gris perla, cubría enteramente el suelo. De las paredes, de un blanco indescriptible, colgaban grabados más o menos abstractos. En el techo, una gama de colores bastante acertada conformaba un conjunto atractivo a los ojos. Había alrededor de cien tumbonas di spuestas en perfectas filas de a diez. Cinco auxiliares del Servicio de Expediciones ofrecían vasos de leche a los pasajeros, animándoles con com entarios amables, reconfortantes. En uno de los extremos de la sala, dos guardias custodiaban la puer ta de entrada. Uno de los empleados de la compañía examinaba aten tamente los papeles de un recién llegado, un sujeto con cara de liebre y un ejemplar del New York World-Times bajo el brazo. En el lado opuesto del recinto, el suelo iniciaba un suave descenso hasta desembocar en una especie de rampa que conducía a un túnel de unos dos metros de ancho por el d oble de largo, desnudo, sin puertas. Mark Oates, su mujer Marilys y sus dos hijos esperaban en sus tumbonas, cerca de la salida. —Papá, ¿por qué no me explicas ahora lo de la Expedición? —preguntó Ricky—. Lo habías prometido. —Sí, papá, lo habías prometido —añadió Patricia, con una risita estúpida. Enfrente, un individuo con todo el aspecto de dedicarse a los negocios y la misma constitución que un toro de li dia, los miró de soslayo, sin decir palabra. Tendido en su tumbona, con unos zapatos maravillos amente lustrosos, hojeaba sus papeles. El rumor de las conversaciones en voz baja y el apagado ajetreo de los que iban llegando acabó por llenar completamente la sala. Mark guiñó un ojo a Marilys, que le corre spondió, aunque parecía tan asustada como Patty. «¿Por qué no?», se preguntó Mark. Era la primera vez que metía a su familia en una aventura semejante. Hacía ya varios meses que la compañía para la que trabaj aba, la Texa- co Water, le había informado de su próxim o traslado a Whitehead City. Pasaron semanas enteras, Marilys y él, discutiendo las ventajas e inconvenientes de que la familia en pleno le siguiera a su nuevo destino. Por fin después de arduas deliber aciones, decidieron que era mejor que todos ellos se trasladaran a Marte durante los dos años que él tendría que pasar allí. Miró su reloj: todavía faltaba casi media hora para la parti da. Tenía tiempo para contar toda la historia. Se dijo que tal vez de esa manera lograra distraer a los niños y evitar que se pusieran nerviosos. Y tal vez hasta Marilys llegara a relajarse un poco. —De acuerdo —dijo. Ricky y Pat le miraban atentamente. Ricky te nía doce años y Pat, nueve. Pensó que, para cuando regresaran a la Tierra, el chico estaría ya en plena pubertad, y la niña probablemente tuviese senos. Casi no podía creerlo. Había decid ido tras consultar con Marilys, que los niños asistirían a la escuela en Whitehead, con los hi jos de los ingenieros y los otros empleados de la compañía. Ricky podría participar en una ex cursión geológica a Pho bos, situado a pocos meses de distancia. Increíble, pero tan cierto como que estaban allí en aquel momento. «¿Quién sabe? —se dijo—. Hasta es posible que me calme yo mismo.» —Por lo que sé, el Método de Expedición, o de Salto, como también se lo conoce, fue inventado por un individuo llam ado Víctor Carune, hacia 1987. Carune había recibido una subvención oficial, para realizar investigacio nes. Finalmente, el Gobierno —o las compañías petroleras— puso las manos sobre el asunto. No se conoce la fecha exacta porque Carune era bastante excéntrico. —~ Quieres decir que estaba loco? —preguntó Ricky. —Sólo un poco loco —precisó Marilys, sonriendo a Mark. —¡Ah, ya! —Bien, el tal Carune trabajó durante un tiempo sin informar de sus hallazgos al Gobierno, y sólo habló de ellos porque se le acababa el dinero y necesitaba una nueva subvención. —Si no es de su entera satisfacción, le devo lvemos el dinero —interrumpió Pat, riendo nuevamente. —Exacto, cariño —replicó Mark, acar iciándole tiernamente el flequillo. En aquel momento, entraron silenciosamente dos nuevos auxiliares, vistiendo el mono rojo brillante de los empleados de la empresa de viajes espaciales. Llevaban en una mesilla de ruedas un pulverizador de acero inoxidable con un tubo de gom a; cuidadosamente ocultos por los faldones del mantel de la mesilla —Mark lo sabía— había dos bo mbonas de gas; en la bolsa sujeta a uno de los lados se guardaban un centenar de mascarill as desechables. Mark cont inuó hablando, con la esperanza de que su familia no reparara en los re cién llegados. Si alcanzaba a relatar la historia hasta el final, su mujer y sus hijo s serían los primeros en acoger el gas con los brazos abiertos. Por otra parte, tampoco tenían otra alternativa. —Ya sabéis que el Salto no es otra cosa que un proceso de teletransporte. En los ambientes profesionales se lo llama Efecto Carune. El término «salto» fue una invención del mismo Carune, que era un fanátic o de las novelas de ciencia -ficción. En una de ellas, llamada Destino a las estrellas, de Alfred Bester, ya se habl aba de este fenómeno. Aunque en la novela se supone que uno puede someterse a la experiencia sólo con el pensamiento, mientras que, en la práctica, no es posible. En aquel momento los auxiliare s aplicaron la mascarilla a una anciana, esta aspiró una vez y se quedó tendida, serena y laxa, sobre su tumbona. La falda se había levantado ligeramente, revelando un muslo fláccido y surc ado por varices. Un au xiliar acomodó la tela con discreción mientras el otro cambiaba la mascarilla usada por una nueva, lo que llevó a Mark a pensar en los vasos de plástico que suelen hallarse en las habitaciones de los moteles. Miró a Pat, rogando a Dios que se tranquilizara ; había visto niños a los que era necesario someter por la fuerza, y algunos seguían chill ando hasta que las mascarillas les cubrían el rostro. No es que no encontrara normal una reacción semejante en un niño, pero no deseaba ver a Patty en esas circunstancias. Ricky le inspiraba más confianza. —Lo que sí se puede afirmar que el nuevo desc ubrimiento llegó en el momento oportuno —prosiguió. Se dirigía a Ricky, pero sostenía ent re las suyas la mano de su hija. Los dedos de la niña aferraban los de su padre, rígidos por el pánico. Tenía las palmas frías y algo sudadas. »El mundo estaba a punt o de agotar las reservas de petróleo existentes, que, en su mayor parte, seguían perteneciendo a los países del Oriente Medio, lo s cuales lo utilizaban como arma política. Habían formado un cártel petrolero al que llamaban OPEP. —~ Qué es un cártel? —preguntó Patty. —Pues... un monopolio —respondió Mark. —Algo así como un club, cariño —interrumpió Marilys—. Pero sólo puedes pertenecer a ese club si tienes muchísimo, pero muchísimo petróleo. —No me voy a detener a explicaros ahora cómo estaba el mundo en aquella época. Ya lo estudiaréis en la escuela. Pero era un verdader o caos. Sólo se podía utilizar el automóvil dos veces por semana, y la gasolina costaba quince dólares antiguos el galón... —¡Diablos! —exclamó Ricky—. Ahora sólo cuesta tres o cuatro centavos, ¿no es así, papá? Mark sonrió. —Precisamente por eso vamos a donde vamos. En Marte hay petróleo para ocho mil años más, y en Venus para otros veinte mil... De todos modos, ese combustible ya no es tan importante. Lo que realment e necesitamos ahora es... —¡Agua! —chilló Patty. El hombre de negocios alzó la vista de sus papeles y le sonrió durante un instante. —Exacto —replicó Mark—. Porque entre los años 1960 y 2030 contaminamos casi toda el agua de que disponíamos. El primer envío de agua de las capas de hi elo de Marte a la Tierra se conoce como... —Operación Paja —aclaró Ricky. —Eso es. En el 2045, más o menos. Aun que mucho antes se había utilizado el mismo procedimiento —el Salto— en la búsqueda de nuevos manantiales en la Tierra. Y ahora el agua representa la mayor parte de las exportaci ones marcianas... el petróleo no es más que un negocio secundario. Pero entonces, era vital. Los chicos asintieron. (PUBLICARE LA SEGUNDA PARTE EN OTRO DIA) Editado 25 de mayo del 2018 por -Kruusty Antuli y Anteiku reaccionaron a esto 2
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