A veces...

Levanto la mirada mientras veo tus ojeras violaceas que tanto sufren, que reflejan el dolor recalcitrante de la perdida que ves en sus ojos. Somos un espiral desideral de ver miradas lastimeras, heridas, el reflejo de almas que ya no aguantan más.
A veces me impacientan los silencios prolongados que usas entre frases para hablar, la manera en que tus labios dudan al besarme y como tus manos tiemblan al tocarme.
Exhalo un poco de aire mientras tu humo impregna mi cara, estas harto de la porquería que gobierna nuestras vidas, como un hechizo de algún demonio que se rió de nosotros, nacidos para sufrir. Nacidos para re-lamernos nuestras heridas de prófugos.
Si tan solo tuviéramos la valentía de llevar el acto digno y terminar con nuestras vidas pero en cambio estamos acá prologando nuestras vidas como si esperáramos la baraja buena que todavía no llego, no vamos a ganar. Jamas.
La tasa de té que permanece en tus manos yace fría, estoy esperando que te comuniques y cortes con el hielo glacial que ya nos separa, las lagrimas recorren mis mejillas. Te suplico una vez más.
-Habla
Pero en cambio suspiras casi resignado.
Nada va a mejorar amor, todo va a empeorar porque vamos encaminados al fracaso rotundo y a nuestro inminente final, todos van a ser felices mientras vos. Te ahogas en este agujero de pus y baba ácida.
Somos amantes con heridas de sal.
Que arden y nunca van a dejar de arder.