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Los agujeros que provocas cuando te marchas


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Hace mundos que ya no me
me dices somos.
Hay un ambiente intranquilo
saboreando las ganas de quedarte
un poco más sobre mi espalda.

Te has dejado ir, incluso
cuando no te quieres alejar y mis huellas dactilares
han notado el cambio climático
que propagas cuando giras la mirada,
y hasta el edredón, que acaricias cuando miras
a través de la ventana
para disimular las heridas que te dalatan agilmente
te ha echado de menos en estos días.
Las persianas huelen a pasado.
Las paredes tiemblan con tus nudes.
Hay pingüinos rondando en la habitación al llegar las tres, por el frío
que disparas.

Hace sombras que no me tientas bajo las sabanas
ni te incendias en mi boca.
Ya no te quedas a contar
con tus dedos los lunares en mi espalda
y atrapar Pirineos en la cama
para calmar los ruidos, que insisten
en desarmar la calma y la sensatez.

Sé muy bien, que todo se agota
y las gotas de miedo hacen que me mires
con la mirada baja y el corazón
en turbulencias.

Hay cubitos de hielo en tus ojos
y un manjar de aviones de papel en tus silencios
intentando aterrizar en mi
aeropuerto de caricias olvidadas.
Un ejercito de besos agotados por el hambre
y un rugido dorado en tus pupilas
que no hace más que mostrarme la otra cara de la moneda,
la verdad que evitas.

Un cadaver exquisito en forma de libro sobre la alfombra
en el que ya no vuelves a perder los latidos del tiempo.
Hay nubes,
cigarrillos y platos sobre la mesa
y una tacita de guerras amontonadas
en el mismo lugar
en el que te arrancaste las ganas
de ser las mías.

Hay algo que te duele, lo sé
por la manera en que
miras las hojas de los árboles caer, como queriendo
salvarlas y llevarlas a vivir en tu cabello, bello.
Pues de alguna manera, sabes que allí,
mis manos han volado y chocado
con sed de más mientras te veo dormir.

Sabes que te sé,
incluso cuando
no sabes quien eres en las tardes
y te saltas las clases a toda velocidad
como el autobús a los semáforos en rojo,
sin importar el desastre que llegue
a contaminarlo todo.

Sé que no deseas herirme,
que me quieres en tus prados y castillos
como se quieren las canciones que nos hacen cerrar los ojos
sin querer, con una fuerza volcánica invaluable.
Sé que caes en preguntas sin orden
y vuelas
cuando sueltas las bragas en la ducha y luchas
por dentro para no estallar por fuera cuando todos te ven.

Sé que estás entre la espada y el querer,
y sin embargo, aun así, haces magia con tu boca
y fuego con tus bailes.
Brillas en cantidades industriales entre mis brazos
mientras sangras recuerdos
que te lanzan fuera de aquí.

Y sin embargo, vienes y me calas
para coser los agujeros que provocas, cuando te marchas.

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