Te lo prometo, querido.

“Me sobra el tiempo para echarte de menos.
Esta soledad es una película que se repite.
El cielo llora y yo miro mi reflejo en la ventana.
Estar al amparo de la nostalgia es tan inevitable…
Es tan normal como que se haga de noche
y yo aún me sepa tu nombre de memoria.

Perdí la noción del tiempo en tu boca
y la catástrofe comenzó con tu sonrisa.
Notaste mi presencia incluso detrás de la puerta,
comprendí que estaba perdido antes de empezar
y rendirse —lo supe demasiado tarde, como todo—
es la peor manera de perder.

Quise comprar aquella casa con vistas al mar de tus ojos,
pero me salió demasiado caro soñar con las manos abiertas.
Había olvidado entonces que la libertad pesa más
cuando no puedes lograr que alguien quiera quedarse.

Era lógico que no me quisieras si yo apenas me soportaba.
Nadie puede ver un paisaje dentro de quien siempre fue ruinas.

Lo intentaste, lo dijiste, apuntalaste
las imperfecciones y te quedaste.
Fuiste valiente, o un necio,
pero olvidaste llevarte los adornos,
y dejar esta vida tan vacía como la encontraste.

Sólo por eso hoy no sé si agradecerte o comenzar a odiarte.
Porque es cierto que te abrí la puerta, pero hoy no estás.
Me dolías menos cuando no te conocía.

Eres el tren más bonito
para lanzarme bajo su paso.
Me convierto en una suicida
si tu boca es el veneno.

Hoy sin embargo lo que me mata es que no estés,
como cuando vienes y es para decir adiós.
La oscuridad adopta poco a poco la forma de tu boca.

Pronto me acostumbraré a besar tu sombra.
Y entonces ya no me harás falta.

Te lo prometo, querido.