UNNAMED Publicado 7 de abril del 2017 Denunciar Publicado 7 de abril del 2017 No sé cómo empezar esta carta. Nunca sé cómo empezar a escribir de ti. Lo hago muy poco y, sin embargo, sale bien con todo el cariño que puedo. En ocasiones te detesto. En ocasiones no puedo más que odiarte. Y de mis ojos corren lágrimas que me lastiman. Lágrimas que me cortan mis ojos, que has dicho que te gustan. Y me siento mal. Me siento, más que triste, enfadada e impotente porque no estás. Porque te vas. Porque no haces las cosas como deberías. Y no porque yo lo diga, sino porque es lo correcto. Creo que una de las cosas que más odio de ti es que seas despiadado. Me tienes pidiéndote clemencia y no me la das, no tienes compasión conmigo que, a pesar de ser una mujer muy dura, contigo soy la más débil y también la más dulce y la más tierna. Pero al ser débil, tú me aplastas. Al ser débil, tú puedes destruirme fácil. Y lo haces. Escoges hacerlo. Estos días, por la noche, me vi acurrucándome con la almohada como si se tratara de ti. Te echo de menos, es cierto. Aunque sé que el encanto se rompería en cuanto también se rompiera el silencio. Nunca hemos aprendido a hablar. Entre otras cosas. Podemos charlar prácticamente de lo que sea. Podemos hablar de bebidas, de conciertos, de comida, de películas, de cosas, de historia, de reyes, de monarquías y de todo. Menos de los problemas. Menos de tus sentimientos. Menos de nuestros miedos. Menos de nuestros errores en el pasado. Menos de mi familia. Menos de mi primer nombre. Menos de mi trabajo. Menos de que me gusta inventarme historias para escribir. Menos de tantas otras cosas que también importan, pero son complejas y mejor las evitamos. Mi cielo, la mayoría de las cosas son complejas e incluso hay en esta vida algunos valientes prácticamente extintos que las prefieren por sobre las cosas simples. Tú me has dicho que soy compleja y en verdad, si lo que tú quieres es a una mujer simple, la mereces. Si es lo mejor que salgamos de la vida del otro para que yo continue con mis hombres que caducan a las dos semanas y tú puedas volver con tu ex que es tan común y corriente a la vez (y no lo digo como si fuera algo malo porque, finalmente, estamos suponiendo que tú quieres a alguien simple), que así sea. Te quiero tanto que me dolería dejarte, pero me sería imposible hacerlo del todo y eso me da tranquilidad: el saber que de algún modo, en algún momento y de alguna manera, quizá no en esta vida, pero volveremos a encontrarnos. Y enamorarnos. Somos expertos en enamorarnos mil veces. Me derrite la manera en que me miras, la manera en que me dices que te encanto, que te fascino. Vivo para que me digas: «Me fascinas», y aquí caerás en tu lado más agnóstico (que también odio), diciendo que nadie puede vivir por el otro, que no todo es amor y desamor, que tenemos nuestros espacios y demás palabrería racional que me estorba para volverme irracional contigo. No quiero acatar el significado literal de las palabras. ¡Coño, déjame volar! Te gusta verme volar. Déjame hacerlo. Veme hacerlo. Disfruta de verme volar frente a ti. Déjame ser irracional. Disfrútalo. Eso hago siempre, es cierto. Vuelo. Más bien, huyo. Me voy. Siempre vuelo yéndome hacia otro lugar. No me gusta quedarme. No le temo a estar, le temo al cambio. Le temo a que el fuego se apacigüe. Le tengo pavor a estar frente a frente sin que ambos tengamos la necesidad de devorarnos, de tocarnos, de tu brazo siempre sosteniéndome y de mis labios escapándose a tu cuello. Mi verdadera pesadilla es esa costumbre a la que hemos burlado durante dos años: tan terrible que es capaz de acabarnos, de acabar con todo esto. No sé si vayas a leer esta carta. Lo vi más óptimo a enviarte ese correo electrónico de odio que dejé en borradores. Aquel texto lo redacté llorando en el Parque España. Mi intención era hacerte ver que no estuvo bien lo que hiciste hace ocho meses, pero creo que esta vez ya te había quedado claro con un mal corte de cabello. Te quiero. Te quiero a ti. Y si no puedo estar contigo, voy a llenar ese vacío con cuanto más sexo pueda tener con otros. Sexo sin que me ponga nerviosa. Sexo sin desayuno a la mañana siguiente. Sexo sin abrazos. Sexo a oscuras por la noche. Aún no he hecho nada. Aún se me complica olvidarte porque en verdad no quiero estar con otro que no seas tú. No estoy dispuesta a soportar a otro que no seas tú. Tú eres el hombre de mi vida. Al menos en estos momentos. Al menos si te armas de valor y vienes por mí. Porque yo estoy aquí para ti. No esperándote. No deteniendo mi vida por ti. Yo sólo estoy aquí. Si es que algún día me necesitas y quieres venir hasta aquí. Por mí. Siempre. Y no sé si vayas a leer todo esto que acabo de escribir. No sé siquiera si vayas a entenderlo, que es lo que me temo. Quizá también tomes esta actitud que odio de «bueno, si tenemos problemas, nos tiramos a la basura porque ya no funcionamos». En realidad, ya no me queda más nada. En realidad, sé que tenemos que hablar frente a frente, pero así como tú evades y te vas con la peor impresión posible, yo escribo. Casi nunca de ti, a menos que sea muy bonito y muy sutil: plagado de metáforas. Porque te guardo para mí. Porque a ti no necesito inventarte una historia para que seas un recuerdo decente. Porque a ti no tengo que escribirte, a ti te vivo. Es todo. Te quiere, —Melani CURIOUS2119 reaccionó a esto 1
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