Suficiente ...

Ya no siento el pesado yunque aplastar mi corazón cada vez que veo una foto tuya con ella. Ya no siento el vacío en el pecho que tu ausencia ha dejado. A penas y se me va el aire al ver tu nombre escrito en tu usuario. Mi mente no me lleva a ti cuando veo tus iniciales, ni tampoco cuando veo lo que me has regalado. Estoy cerrando el libro de nuestra historia, para guardarlo en una más de las estanterías de mi persona. Como cualquiera de los demás libros, decorados con distintos tipos de enseñanzas.

No me interesa saber a dónde te ha llevado el tren al que te has subido, ni tampoco me preocupo por cómo estás. Imagino que a ti te pasa lo mismo: sales de fiesta todos los fines de semana, te diviertes con tus amigos y se puede decir que casi vives con tu doncella. Seguro que tu corazón ya no se encoje al recordarme, y si es así, verdaderamente me alegro.

Admito que estuve envidiosa de ti por un tiempo. Me refiero: le diste una brutal paliza a mi orgullo luego de rehacer tu vida con otra muchacha a menos de un mes de haberme alejado. Y yo, en tanto, trataba de refugiarme en amistades construidas con el cristal más frágil del mundo. Sentía que no era justo. Pero por suerte, todo cambió cuando me di cuenta de la presencia de este pecado capital.

Cuando me percaté de lo que realmente sentía, mi vida comenzó a cambiar: el cristal fue cambiado por un suave terciopelo que me permitió resguardarme de mi misma, mi corazón empezó a sanarse y el frío invierno que azotó mi interior se volvió una suave brisa primaveral. Realmente no podía pedir nada más.

Y aquí estoy ahora, con mis altos y mis bajos. Con días en los que no oigo más que las risas de mis amigos y con momentos en los que solo puedo escuchar el más profundo de los silencios. No es ni de lejos la vida perfecta, pero es perfecta para mí. Gracias a ella, pude deshacerme de las manos que la envidia tenía apretando mi cuello. Y con esto, ellos pueden morir en paz.